miércoles, diciembre 02, 2009

CONTAR HASTA DOS



Contar hasta dos
Íñigo Alfaro ialfaro@legionaries.org


“1,2,3,4,5,6… acaba de morir un niño”. Este es el slogan que el Dr. Jacques Diouf utilizó en la última Cumbre de Seguridad Alimentaria, para tratar de sensibilizar al mundo sobre el drama del hambre.

Creo que debemos suponer que el Sr. Diouf, desconoce o, más bien, desaprueba las prácticas de la ONU respecto a los niños no nacidos de países subdesarrollados. Lo contrario sería muy cínico.

Es cierto que el hambre es un mal que lleva siglos lacerando a la humanidad y una de las injusticias más flagrantes. Además, al tratarlo es fácil caer en tópicos injustos y tendenciosos. Es tan fácil echarle la culpa a la opulencia de los países desarrollados como a la ineptitud y corrupción de muchos de los gobiernos de los países que sufren el hambre. Son maneras de culpar a otros, y –por una vez- no mirarnos el ombligo. Es evidente que la solución para que todo el mundo llegue a tener algo que comer pasa por la movilización eficaz de los gobiernos, pero también por cada uno de nosotros. La tierra tiene recursos de sobra para satisfacer las necesidades de todos, pero no tiene lo suficiente para saciar los deseos y caprichos, ni siquiera, de unos pocos. Que el bienestar llegue a todos, pasa por que los países desarrollados –sus habitantes- nos apretemos un poco el cinturón.

Pero lo que resulta sorprendente, es que la ONU –la mayor promotora del asesinato infantil-, ponga a los niños como pancarta para luchar contra el hambre. En el mundo, al parecer, cada seis segundos muere un niño de hambre. Es mucho, muchísimo, aunque sólo fuese uno. Pero por culpa del aborto muere un niño, no cada seis segundos, sino cada 1´8, más del triple y la institución número uno en promoción y financiación del aborto, a lo largo y ancho de todo el planeta no es otra que la ONU.

Así visto, no creo que sea aventurado calificar actitud de la ONU como cínica y engañosa. Por un lado, algunos de sus representantes se desgañitan en los foros internacionales para recordarnos cada cuanto muere un niño de hambre. Por otro lado, destinan torrentes de dólares para la promoción del aborto y la cultura de la muerte.

En realidad, si fuese por la ONU, esos niños que mueren de hambre, ni siquiera deberían haber llegado a nacer. Prueba de ello es que una de las principales metas de la UNFPA (fondo de población de la ONU), que cuenta con una financiación anual de más de 750 millones de dólares, sea la reducción de la natalidad en los países en vías de desarrollo, es decir: el aborto y sus lacras primas hermanas (esterilización, promoción y distribución indiscriminada de anticonceptivos…). Otro organismo de la ONU, el PMA (Programa Mundial de Alimentos), aseguró por medio de su portavoz, que con 5200 millones de papeles verdes arreglarían el problema del hambre. El presupuesto de la UNFPA, aunque no llega a tanto, sería un buen inicio (más del 10%). Lástima que lo utilicen para matar.

Es difícil saber cuántos millones de abortos –de los 55.000.000 que se realizan cada año, según algunas fuentes- son fruto específico de ese dinero y de esa institución o de otras, pero es fácil darse cuenta de que la ONU ocupa el primer lugar en el ranking. ¿Puede acaso su bandera representar a los niños que no tienen que comer?

1, 1´8… ¡acaba de morir un niño! Un niño que a la vuelta de unos años podría haber hecho producir un campo, inventado una técnica revolucionaria de cultivo, hecho posible la fusión nuclear, encontrado una técnica barata para desalinizar el agua, hallado una fórmula razonable de comercio justo, en definitiva un niño que podría haber contribuido con su ingenio y dones a construir un mundo más justo, con menos hambre. Si hay algo que la historia ha demostrado, es que el es ingenio del hombre el que es capaz de hacerle superar los retos que ha encontrado. El aborto, es un drama, una máquina segadora de vidas, una silenciadora prematura de inteligencias llenas de soluciones, de esperanzas.

Una cultura que prefiera el aborto de un niño antes que luchar por su desarrollo, difícilmente se preocupará de los niños que se mueren de hambre, o lo hará solo en la medida en que le resulten incómodos los datos e imágenes que el hambre produce. Una organización que prefiera gastar 750 millones de dólares en “seguridad reproductiva” en vez de en alimentación sólo puede preocuparse por el hambre en el mundo cuando quiera lavar su imagen.

La solución del hambre en el mundo depende, en parte, de que los potentados de la tierra se pongan de acuerdo, es verdad, pero depende sobre todo de que cada uno de nosotros, de que estemos dispuestos a aceptar toda vida humana, empezando por el no nacido y pasando, por supuesto, por el que no tiene nada que comer. La cultura de la vida es la única que puede hacer florecer la solidaridad y los campos, la cultura de la muerte –la de la ONU- solo puede marchitar nuestro mundo. Mientras no entendamos esto, no podremos llegar a contar ni hasta dos.

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