lunes, agosto 14, 2006

La belleza del bien


» Baul de autor » Tomás Salas

La belleza del bien
El arte moderno ha estado atraído, seducido por el mal. Si bien se mira, hay razones para ello, por lo que tiene el mal de insondable misterio humano, por lo que tiene de absurdo que desborda nuestra capacidad lógica. No es casual que uno de los libros fundacionales de la poesía contemporánea sea "Las flores del mal", de Charles Baudelaire. Desde entonces -pongamos a partir de la segunda mitad del siglo XIX, con el Simbolismo- está muy extendida esa opinión del Andre Gide (respuesta a sus amigos intelectuales católicos) de que "es con los buenos sentimientos con los que se hace mala literatura".

Esta fascinación se ha extendido de forma especialmente intensa al arte por excelencia de nuestro tiempo, al cine. Es frecuente que la pantalla (la grande y la pequeña) se convierta en ventana donde asomarse a las peores miserias, lacras y debilidades del ser humano. Sin olvidar, sobre todo si se trata del cine español, su buena dosis de chabacanería y humor de sal gruesa. Parece que existe una incapacidad de lo bueno, de lo que llamaríamos valores positivos, para convertirse en categoría estética, para llegar a los demás condensando, en "forma" artística, sonido, palabra y sobre todo imagen. Parece que lo bueno tiene que mostrarse como rosa, como ñoño en ocasiones.

Sin embargo, esto no tiene que ser necesariamente así. La reciente película de Fabrizio Costa sobre la Madre Teresa de Calcuta demuestra que el bien puede ser interesante, llegar al receptor (en este caso, al espectador), tener valor estético, dramatismo, interés, belleza. Todo ello se da en esta película con realismo, sin eludir los aspectos más oscuros y negativos de la realidad, sin caer en un tono falsamente edificante. La película nos muestra a una persona de una vida de gran interés, incluso para un no creyente, con sus debilidades y contradicciones, pero con una clara trayectoria vital y una fuerte voluntad para llevarla a cabo. Se demuestra aquí que la vida de las personas de una bondad radical no tiene por qué ser anodina y aburrida, sino, por el contrario, apasionante, de una gran densidad humana y biográfica.

Indudablemente el mal tiene su profundo atractivo, su interés, pero también el bien tiene sus posibilidades artísticas. Hay que aprovecharlas sin complejos. A fin de cuentas, Belleza y Bien son rayos que proceden de una misma Luz.

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