miércoles, junio 03, 2009

NINGUNA INSTITUCIÓN ENSEÑA LO QUE LA FAMILIA PUEDE ENSEÑAR


Ninguna institución enseña lo que la familia puede enseñar
Norma Mendoza-Alexandry
nmendoza_alexandry@hotmail.com


¡Ninguna institución enseña lo que la familia puede enseñar! ¿Nos damos cuenta de la responsabilidad que esto implica? ¿Responsabilidad de quién?
La responsabilidad es obviamente de los adultos, en la familia, principalmente del padre y de la madre unidos en matrimonio, quienes acogen con y en el amor a los nuevos seres humanos a quienes han de criar.

Pero también había que pensar que si partimos del hecho internacionalmente reconocido de que la familia es la base de la sociedad, entonces deben intervenir todas las instituciones para su asistencia, protección, defensa y conservación en cuanto a las condiciones política, social, económica, etc. de la vida y de las familias.

La institución familiar es la que introduce al ser humano en el mundo de los valores, ya que cuenta con el invaluable recurso de los vínculos emocionales más profundos e interviene en el desenvolvimiento de la persona. La familia como institución requiere que se hagan posibles en todo momento el respeto a los derechos humanos, requiere ser reconocida como “capital social” de importancia primordial. Las políticas pro-familia que deben ser sumamente activas e incentivadas deben tener propuestas tanto sociales como económicas en el mercado laboral.

En cuanto a la asistencia social, no se trata solamente del llamado “welferism”, es decir, políticas sectoriales con fines politiqueros, sino efectivas políticas sociales que abarquen la protección del matrimonio de un hombre con una mujer y la protección de la infancia a través de la familia.

Es imprescindible, además, que la familia sea considerada como una verdadera empresa en crecimiento, de tal modo que sus integrantes sean estimulados: por ejemplo el reconocimiento del valor del trabajo de la mujer en el hogar.

La familia debe ser reconocida como pilar social en la comunidad de federaciones, pero además como garante de tradiciones, como patrimonio que sobrepasa los bienes materiales.

Para forjar un nuevo humanismo, para el logro de la disminución de la violencia, para contar con mejores ciudadanos se necesita de la familia, tal la persona - tal la familia - tal la sociedad.

La familia es insustituible para la formación de la persona como lugar de encuentro inter-generacional, es escuela de solidaridad y de evangelización.

Es la familia el hábitat natural para nacer, crecer y morir como personas. Hoy las ciencias del espíritu han sido acalladas, muchas de las características de la sociedad no son favorables a la familia. Al progreso social se ha impuesto la materialización, es decir, tener más y más; consumismo, masificación de la sociedad y por tanto, despersonalización. Se hacen a un lado muchísimos estudios sociológicos que demuestran que para cada persona la familia es la más valorada en el conjunto de la sociedad. Se nos impone un lenguaje que contrapone a la familia y al mismo tiempo hay inexistencia de suficientes políticas de Estado, lo que causa la inhibición social de las familias.

¿Nos hemos preguntado si las políticas de “perspectiva de género” se encaminan al logro de la ‘igualdad’ solamente o a la liberación de la mujer? ¿Desean liberarla de su intrínseco y natural sentido de maternidad y femineidad? ¿Por qué tanta discrepancia en cuanto a los nuevos programas en “educación sexual”?

La mujer, es verdad, tiene derecho a obtener en igualdad de circunstancias, un trabajo y salario equivalente al del varón y también a lograr sus ambiciones de éxito profesional, pero ¿cuántas de ellas hacen a un lado la idea de querer ser madres?

Muchas de ellas solteras después de los treinta y tantos, se cuestionan si pueden ser fértiles y si su prioridad de llegar al tope máximo de sus carreras valió la pena. Quizá también se pregunten por qué el plan educativo que les presentó la escuela fue únicamente con un cariz varonil en ‘igualdad’ de circunstancias, siendo que la mujer tiene sus propias características y ni en el mundo laboral se reconocen sus diferencias.

Quizá entonces dirán similarmente a una reconocida feminista en su madurez -Betty Friedan- quien estuvo al frente de la llamada “revolución feminista” : “Fue emocionante al principio incursionar en campos adonde la mujer no había llegado hasta entonces. Hoy es sólo un trabajo. Pero la devastadora soledad es peor. ¡Debe haber una mejor manera de vivir!”.

Redescubrir la importancia de la familia, fin importante que incluye: la educación de los hijos, la igualdad del reconocimiento laboral (público y privado) del hombre y de la mujer; acceso a la vida social incluyendo el concepto de que la igualdad significa la posibilidad de incorporación a las formas de vida existentes pero considerando que la igualdad, para realizarse, implica un cambio social más profundo relacionado con los valores, y por tanto: garantizar un entorno social-humanitario familiar de alcance multiplicador en todos sentidos: económico (vivienda digna, servicios); educativo integral (considerando las dimensiones de la persona humana); cultural (cívico, de convivencia y respeto hacia los demás); familiar (cooperación continua con padres de familia); servicios (no con finalidad individual sino familiar); política global, que tenga como eje a la familia como sujeto social.

“Debemos transitar de la sociedad del bienestar, al bienestar de la sociedad”, escribía el profesor Xavier Escrivá.

Fácil es decirlo, pero sobrevienen una serie de retos, entre ellos:
1. Fortalecer a la familia en su desarrollo humano y social.
2. Fortalecer a la familia en mayor autonomía para el desarrollo de sus funciones: ética de la sexualidad, trasmisión de la vida, cohesión intergeneracional, mediación de conflictos, educación y formación.

Profundizar en el significado de la ‘igualdad’ entre hombre y mujer implica necesariamente el reconocimiento de la ‘diferencia’, pero también en su ‘complementariedad’.


Tras la dicotomía igualdad/diferencia, hemos de aproximarnos a superar las imposiciones radicales feministas internacionales, superar las deficiencias del Estado liberal y del Estado de bienestar y revisar en qué medida éstos responden a que dichos modelos no han resuelto el problema de un auténtico sustento y patrocinio de la institución familiar.

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