Abortos, diálogos inútiles
Alejo Fernández Pérez
Alejo1926@gmail.com
Busco en Internet, en Google y en español la palabra “Aborto” y en 0,36 segundos aparecen hasta 9.000.000 de escritos, sin utilizar los nombres correspondientes a cada idioma. ¿Por qué este interés y esta pasión?
En el año 1978 nuestro filósofo Julián Marías escribía: “me parece que la aceptación social del aborto es, sin excepción, lo más grave que ha acontecido en este siglo.” Más grave que la suma de todas las guerras, revoluciones y muertes habidas durante el siglo XX.
Jamás en la historia de la humanidad ningún pueblo, civilización o raza ha fomentado o legislado a favor de los abortos. Siempre se ha considerado un crimen y como tal tratado. Por supuesto siempre ha existido, pero como existe el robo, el asesinato, el engaño, la prostitución y otras lacras sociales, combatidas en todos los casos por la sociedad y los gobiernos.
Sin embargo, desde hace pocos años, parece como si el mundo se hubiese vuelto loco. A lo bueno, se llama malo; y a lo malo, bueno. Los Diez Mandamientos, los Derechos Humanos, los frenos morales y toda moral se están tirando por la ventana.
Tras el paso de la Revolución Francesa, del comunismo y de sus primos hermanos: socialismo, progresismo y otros ismos; la filosofía de la Nueva Era y del relativismo moral se están imponiendo. Todo se explica y todo vale si de alguna forma nos favorece.
El aborto, antes tan denostado y perseguido, ahora es un “derecho de la mujer”, “una liberación”, el feto no es más que un tumor y el bebe un estorbo y fastidio para disfrutar de la vida.
Se castiga a quien, pudiendo, no evita que una persona se suicide o muera en un accidente; pero se premia a quienes los matan por miles en los vientres de sus madres.
Gobiernos satánicos se empeñan en ver blanco, lo negro. Y así, ningún diálogo es ni será posible.
El hombre sin Dios se convierte en Señor de la vida y de la muerte. La ONU, UNESCO, docenas de organizaciones no gubernamentales, multinacionales y sectas variadas pro-muerte; todos con mucho dinero fuerzan a las naciones necesitadas a legalizar el aborto libre, la eutanasia, las manipulaciones con embriones, y si no, ¡no hay dinero para ellas!
Un río de sangre clama al cielo y, sin embargo, hay quien se empeña en justificar lo injustificable. El aborto es un problema esencialmente antropológico, humano. Las religiones solo añaden una razón más, un mandamiento divino: no matarás, el primero y fundamental de todos los derechos.
Con los terroristas se acabó todo diálogo. ¿Y vamos a dialogar con los asesinos de los millones de bebés no nacidos anualmente? A estas alturas todo diálogo con los pro-muerte, todas las razones y argumentos son totalmente inútiles.
A ellos no les guía la razón sino un odio satánico al Dios de Israel y a su descendencia, los cristianos. Hacen falta algo más que diálogos y razones.
En democracia, la única solución sería que los pro-vida ganen las próximas elecciones; mientras tanto, solo nos queda rezar para que el diablo salga de los partidarios de la muerte, entre los cuales Satanás ha ganado una gran batalla: ha conseguido que no se hable de él, que parezca que no existe, para obrar sin temores
Padres, novios, amigos y maridos desinformados han sido embaucados por una masiva y brutal propaganda abortista, que los ha llevado a ellos y a ellas a ponerse en manos de médicos desaprensivos, que se han hecho millonarios; mientras tanto, las jóvenes que abortaron se enfrentan durante años a traumas y arrepentimientos inacabables.
No les habían hablado más que de la necesidad de abortar en nombre de la libertad, de la igualdad, de los derechos de la mujer, de la justicia, de la democracia, del bienestar físico y de mil “mandangas” más con las que intentan justificar el horror de la muerte de bebés a los que hay que destrozar, picar y tirar por los desagües para no pagar impuestos. En Internet, en YouTube, se encuentra docenas de videos tan repugnantes como impresionantes.
Todo esto ha sido posible porque, previamente, políticos, multinacionales farmacéuticas, industrias del condón y organizaciones interesadas han creado un ambiente propicio durante mucho tiempo. Han adormecido las conciencias con las drogas, el botellón, el sexo, el dinero, la tele, el todo vale y el ¿qué tiene esto de malo? Tiene de malo que la eterna raza de los fariseos de todos los colores, esa “raza de víboras” que vive de los pobres, los indefensos y los incultos no se conmueve por un muerto más o menos y viven de las matanzas de los inocentes.
Cuentan que algunas de las mujeres y participantes en los abortos se han despertado, sobresaltados, a media noche, ante una muchedumbre de cadáveres de bebés destrozados y en pié ante ellos. En la penumbra ,callados, miraban a sus asesinos.
No decían nada porque habían muerto antes de aprender a hablar. Durante unos segundos eternos, miraron a sus matadores y lentamente desaparecieron como habían llegado. ¿Por qué no se les advirtió que miles de familias están dispuestas a acoger a esos niños? ¿Por qué se las impulsó con rapidez a la muerte sin alternativas? ¿Sólo por dinero? Ante el aborto no hay más que una postura: ¡NO! ¡NUNCA! ¡JAMÁS!
Alejo Fernández Pérez
Alejo1926@gmail.com
Busco en Internet, en Google y en español la palabra “Aborto” y en 0,36 segundos aparecen hasta 9.000.000 de escritos, sin utilizar los nombres correspondientes a cada idioma. ¿Por qué este interés y esta pasión?
En el año 1978 nuestro filósofo Julián Marías escribía: “me parece que la aceptación social del aborto es, sin excepción, lo más grave que ha acontecido en este siglo.” Más grave que la suma de todas las guerras, revoluciones y muertes habidas durante el siglo XX.
Jamás en la historia de la humanidad ningún pueblo, civilización o raza ha fomentado o legislado a favor de los abortos. Siempre se ha considerado un crimen y como tal tratado. Por supuesto siempre ha existido, pero como existe el robo, el asesinato, el engaño, la prostitución y otras lacras sociales, combatidas en todos los casos por la sociedad y los gobiernos.
Sin embargo, desde hace pocos años, parece como si el mundo se hubiese vuelto loco. A lo bueno, se llama malo; y a lo malo, bueno. Los Diez Mandamientos, los Derechos Humanos, los frenos morales y toda moral se están tirando por la ventana.
Tras el paso de la Revolución Francesa, del comunismo y de sus primos hermanos: socialismo, progresismo y otros ismos; la filosofía de la Nueva Era y del relativismo moral se están imponiendo. Todo se explica y todo vale si de alguna forma nos favorece.
El aborto, antes tan denostado y perseguido, ahora es un “derecho de la mujer”, “una liberación”, el feto no es más que un tumor y el bebe un estorbo y fastidio para disfrutar de la vida.
Se castiga a quien, pudiendo, no evita que una persona se suicide o muera en un accidente; pero se premia a quienes los matan por miles en los vientres de sus madres.
Gobiernos satánicos se empeñan en ver blanco, lo negro. Y así, ningún diálogo es ni será posible.
El hombre sin Dios se convierte en Señor de la vida y de la muerte. La ONU, UNESCO, docenas de organizaciones no gubernamentales, multinacionales y sectas variadas pro-muerte; todos con mucho dinero fuerzan a las naciones necesitadas a legalizar el aborto libre, la eutanasia, las manipulaciones con embriones, y si no, ¡no hay dinero para ellas!
Un río de sangre clama al cielo y, sin embargo, hay quien se empeña en justificar lo injustificable. El aborto es un problema esencialmente antropológico, humano. Las religiones solo añaden una razón más, un mandamiento divino: no matarás, el primero y fundamental de todos los derechos.
Con los terroristas se acabó todo diálogo. ¿Y vamos a dialogar con los asesinos de los millones de bebés no nacidos anualmente? A estas alturas todo diálogo con los pro-muerte, todas las razones y argumentos son totalmente inútiles.
A ellos no les guía la razón sino un odio satánico al Dios de Israel y a su descendencia, los cristianos. Hacen falta algo más que diálogos y razones.
En democracia, la única solución sería que los pro-vida ganen las próximas elecciones; mientras tanto, solo nos queda rezar para que el diablo salga de los partidarios de la muerte, entre los cuales Satanás ha ganado una gran batalla: ha conseguido que no se hable de él, que parezca que no existe, para obrar sin temores
Padres, novios, amigos y maridos desinformados han sido embaucados por una masiva y brutal propaganda abortista, que los ha llevado a ellos y a ellas a ponerse en manos de médicos desaprensivos, que se han hecho millonarios; mientras tanto, las jóvenes que abortaron se enfrentan durante años a traumas y arrepentimientos inacabables.
No les habían hablado más que de la necesidad de abortar en nombre de la libertad, de la igualdad, de los derechos de la mujer, de la justicia, de la democracia, del bienestar físico y de mil “mandangas” más con las que intentan justificar el horror de la muerte de bebés a los que hay que destrozar, picar y tirar por los desagües para no pagar impuestos. En Internet, en YouTube, se encuentra docenas de videos tan repugnantes como impresionantes.
Todo esto ha sido posible porque, previamente, políticos, multinacionales farmacéuticas, industrias del condón y organizaciones interesadas han creado un ambiente propicio durante mucho tiempo. Han adormecido las conciencias con las drogas, el botellón, el sexo, el dinero, la tele, el todo vale y el ¿qué tiene esto de malo? Tiene de malo que la eterna raza de los fariseos de todos los colores, esa “raza de víboras” que vive de los pobres, los indefensos y los incultos no se conmueve por un muerto más o menos y viven de las matanzas de los inocentes.
Cuentan que algunas de las mujeres y participantes en los abortos se han despertado, sobresaltados, a media noche, ante una muchedumbre de cadáveres de bebés destrozados y en pié ante ellos. En la penumbra ,callados, miraban a sus asesinos.
No decían nada porque habían muerto antes de aprender a hablar. Durante unos segundos eternos, miraron a sus matadores y lentamente desaparecieron como habían llegado. ¿Por qué no se les advirtió que miles de familias están dispuestas a acoger a esos niños? ¿Por qué se las impulsó con rapidez a la muerte sin alternativas? ¿Sólo por dinero? Ante el aborto no hay más que una postura: ¡NO! ¡NUNCA! ¡JAMÁS!
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