Los cristianos sofocados por el Islam: Habla el P. Samir Khalil Samir, SJ, Profesor en Roma y Beirut de relaciones islamo-cristianas.
Estas son las partes principales del diálogo que el P. Samir sostuvo con la Agencia Fides
¿Qué dificultades tienen y que discriminaciones sufren los cristianos en países musulmanes?
Parto de mi experiencia egipcia y libanesa, donde vivo. La primera dificultad es que el Islam es a la vez política y religión, sin posibilidad de separación. Esto lleva consiguientemente a la idea de un Estado islámico, a que en todos los particulares se aplique la sharia islámica, la ley civil inspirada por el Corán, en los dichos y hechos del Profeta y de la tradición musulmana de los primeros cuatro siglos: esto constituye una gran dificultad en afrontar la modernidad. La referencia a tal pasado es, en efecto, difícil: otra cultura, otro contexto, en el que el pluralismo no era un principio, sino sólo un hecho esporádico.
La segunda dificultad es la omnipresencia del Islam en la vida. En Egipto, dondequiera vayas oyes la radio que predica y canta el Corán: en el autobús, en el taxi, en la calle: las noticias, los filmes de la TV son interrumpidos 5 veces al día para la oración. Los niños reciben la enseñanza coránica, aprenden el Libro de memoria (con la excusa de ser una buena base para la lengua). Por la mañana, tanto en las escuela como en el cuartel, se comienza con un encuentro de 10 minutos para un comentario islámico de la situación, o para narraciones de la historia islámica. Todas las materias de enseñanza hacen referencias al Islam. Algunos cursos históricos lo hacen de manera todavía más insistente.
El Islam influye también sobre las costumbres: si dos jóvenes caminan dignamente de la mano por la calle, sucede un accidente. Si un cristiano lleva la cruz al cuello, los fundamentalistas se la arrancan, con frecuencia con la fuerza.. Esto sucede menos ahora, pero sólo porque los cristianos se auto-censuran para prevenir enfrentamientos. En la universidad, casi sistemáticamente, los exámenes son en Pascua o en Navidad. Los cristianos pueden tomarse vacaciones esos días, pero, a causa de los exámenes, no pueden dejar la universidad.
Hay, pues, una omnipresencia del Islam, que es su característica y su fuerza. El Islam es din, wadunya, wa-dawla: religión, sociedad y política. Penetra incluso en las cosas mínimas. Bajo la influencia de la Arabia Saudí, que controla la distribución de las películas en el mundo árabe, el cine se hace cada vez más islámico. Los directores reciben reglas precisas: las mujeres deben estar veladas, en el film se debe escuchar varias veces la voz del muezín; los periódicos tienen siempre una o varias páginas dedicadas a la enseñanza islámica, etc. Toda esta situación hace difícil incluso la respiración para el cristiano.
La vinculación entre religión, sociedad, cultura, no es un mal de por sí.
No, pero este estilo de vida no deja espacio, es invasor. Y los musulmanes dicen: "¿Por qué os lamentáis? Nosotros somos la mayoría. En los países democráticos es la mayoría la que decide". Pero una cosa es la mayoría política y otra la religiosa. La política es contingente, puede cambiar con una elección, está ligada a las personas. Las religiones, sin embargo, son más permanentes: no se cambian fácilmente. Esto hace que este estilo de vida islámico sea opresivo. El problema es que este estilo opresor no está codificado por leyes. Y así, los occidentales dicen a los cristianos de Oriente: "¿Por qué os lamentáis? ¡No hay leyes opresivas!".
Otro hecho muy pesante, no escrito en las Constituciones, es la discriminación en el trabajo. Esto sucede ya desde hace decenios. Algunos sectores, como la ginecología, están prohibidos a los cristianos. Antiguamente, los ginecólogos eran casi todos doctores cristianos. Ahora, dado que los cristianos -con manos "impuras"- no pueden tocar a las mujeres, la casi total mayoría de ellos es musulmana. En el sector militar, un cristiano puede llegar sólo a un cierto grado. Si asciende demasiado, aunque tenga 40 años, se prefiere jubilarlo antes que ascenderle. Si busca trabajo, en base al nombre se descubre que uno es cristiano o musulmán y, entonces se dice a los cristianos: "Lo siento, no tenemos trabajo". Si llega un musulmán, se encuentra un puesto.
¿Y la libertad de convertirse de una religión a otra?
Este elemento es absoluto. Según la enseñanza tradicional islámica, la apostasía es condenada con la pena de muerte, con frecuencia conmutada en cárcel. También en países liberales, como el Líbano, es imposible abandonar el Islam. En el Líbano, si una mujer musulmana se casa con un cristiano, no puede abandonar el Islam. Si una mujer cristiana se casa con un musulmán, la ley coránica prevé que la mujer permanezca siendo cristiana. Pero, si lo hace, por ley no puede heredar. Los hijos, aunque estén bautizados, son oficialmente musulmanes.
El Islam parece, pues, una religión totalizante.
El Islam es una fuerza asimiladora en sentido único: se estimula el ingreso, pero se impide la salida. En Egipto, los cristianos -al menos el 10% de la población- para construir una iglesia deben pedir permiso directamente al Presidente de la República, además de otros permisos y condiciones, que se obtienen sólo con gran dificultad. Y pensar los cristianos no piden nada al Estado: ni ayudas económicas, ni terreno, etc. (a diferencia de lo que sucede en Europa con los musulmanes). Al final, gran parte de las iglesias que se han construido, se hicieron aprovechando apoyos, trucos legales, usando terrenos lejanos de la ciudad, etc.
¿Es Osama Bin Laden un verdadero representante del Islam?
El atacar ciegamente y a cualquier no es algo representativo del Islam, pero los principios recordados por Bin Laden crean un vastísimo eco en el mundo islámico. Recuerdan principios tradicionales del Islam, enseñados corrientemente. Hay que hacer notar, en efecto, que el terrorismo no es extraño al Islam, como con frecuencia se repite por "buenismo".
El terrorismo islámico, o mejor la violencia islámica, tiene su raíz en el Corán y en la Sunna, es decir, en la práctica del Profeta. Los textos coránicos favorables a la violencia son numerosísimos (yo he contado al menos 75). Los no violentos son muchos menos y pertenecen al período más antiguo. En el Islam rige el principio interpretativo por el que las últimas revelaciones borran las precedentes.
De tal modo, quien promueve un régimen islámico basado en el Corán y en la Sharia tiene las cartas en regla: la guerra, en casos definidos por el Corán, es una obligación de todo musulmán. Mahoma, en sus 10 últimos años de vida en Medina, llevó acabo al menos 19 guerras, una práctica habitual. Por eso, es falso decir que en el Corán no existe la guerra, sino sólo paz. Hay un principio de guerra, pero con reglas (como sucedía en el derecho romano): no en cualquier momento, no en ciertos períodos, no con algunas personas.Pero cuando hay que defender los derechos de Dios -oposición al Islam o el peligro de una rebelión- la guerra es una obligación.
Todo ésto hace la tradición islámica muy ambigua. Y tal ambigüedad va dicha y afrontada. Hay que afrontar también el problema de la incredulidad. El Corán admite un espacio para los no musulmanes (cristianos y hebreos), pero no para los incrédulos, ateos y animistas. En lugar de dialogar con claridad sobre éstos, se esconden. Algunos dicen: "El Islam es sólo violencia", y ésto no es verdad. Otros dicen: "Islam quiere decir sólo tolerancia y paz", pero también es falso.
jueves, septiembre 28, 2006
sábado, septiembre 23, 2006
Ira islamista provocada por la BBC
El papel de la BBC, el NY Times y The Guardian como gasolina al fuego musulmán
Quizá si la BBC y otros medios se lo hubiesen pensado mejor y hubiesen titulado
de otra forma no habría crisis.
El Papa leyó su conferencia académica en Ratisbona el martes 12 de septiembre,
ante un público de intelectuales alemanes. El miércoles 13, la prensa escrita
no le dedicó apenas tiempo ni espacio; los periodistas generalistas lo veían
como un tema aburrido, oscuro y académico, sobre la relación entre la creencia
religiosa y el mundo secular.
Tampoco la prensa católica le dio mucha importancia: "el Papa pasa una tarde
tranquila en casa con su hermano", decía el Catholic World Report.
Efectivamente,
el anciano hermano del Papa vive en Ratisbona y fue un encuentro hogareño.
Todo tranquilo.
La BBC empezó el alboroto mundial
El jueves 14, la cadena BBC de repente empieza a difundir un informe en árabe,
turco, parsi (la lengua persa de Irán), urdu (hablado en Pakistán) y malayo,
con el título: "El discurso del Papa excita la ira musulmana". Explica que
en Cachemira (región india con gran presencia musulmana, altamente explosiva
y motivo de conflicto con Pakistán) la policía ha secuestrado ejemplares
de diarios que cubrían la conferencia del Papa para "prevenir la tensión".
La nota de la BBC no incluía, sin embargo, ninguna cita de la policía india
de Cachemira.
La BBC hablaba de la ira el día 14. Y fue a partir de su noticia que entidades
importantes se dieron cuenta del discurso. La primera y principal, el parlamento
de Pakistán, con una declaración masiva condenando el discurso del Papa.
¿Cuántos parlamentarios pakistaníes habían leído el discurso papal?
Probablemente
muy pocos; sólo contaban con la nota de la BBC y poco más.
Por la tarde de ese día 14 la BBC difunde la condena del Parlamento paquistaní:
"La ira musulmana crece por el discurso del Papa", se titula su noticia.
Y toman declaraciones de un grupo islámico bastante radical, como son los
Hermanos Musulmanes, declarando "las afirmaciones del Papa provocaron la
furia de todo el mundo islámico".
Ese día el diario británico THE GUARDIAN (que tiene una alianza con El País),
siguiendo la estela de la BBC titula en Internet: "La furia musulmana crece
sobre el discurso del Papa". A partir de ese momento Internet empieza a hervir
de comentarios que llegan del mundo islámico.
El papel del NEW YORK TIMES
El día 13, cuando el New Yorl Times publica su crónica de la conferencia
del día anterior, se centraba en la crítica del Papa al secularismo, no en
el Islam. "El Papa asalta al secularismo, con una nota sobre la yihad". No
pedía que el Papa se disculpase ante el Islam, como haría después. Para el
día 16 ya estaba pidiendo desde su editorial que el Papa presentase disculpas.
El bulo de que Benedicto XVI es poco amigo del diálogo con los musulmanes
lo difundió por todo el mundo el corresponsal de religión de la BBC, Rahul
Tandon, al dejar caer el viernes 15 que el antiguo cardenal Ratzinger "parecía
estar incómodo con los intentos de Juan Pablo II de mejorar el diálogo con
el mundo islámico". Esta idea es la que aparece estos días en una caricatura
de Al-Yazira: una repetición del corresponsal de la BBC.
El columnista David Warren, escribiendo para el diario canadiense OTTAWA
CITIZEN, señala la responsabilidad del corresponsal de BBC, empeñado en buscar
signos del "conservadurismo teológico" de Ratzinger. La BBC, THE GUARDIAN
y el NY TIMES son medios muy hostiles a la Iglesia que llevan tiempo insistiendo
en recordar que Benedicto XVI era a quien ellos llamaban "el Rottwailer"
y "el PanzerKardinal".
Otro tipo de cobertura y tratamiento discreto habría impedido el alboroto,
pero quizá los medios buscaban una polémica, una pelea entre dos religiones,
en vez de un debate académico sobre la relación entre fe y razón, que es
lo que se trató en Ratisbona.
El comentario de Rahul Tandon en la BBC: Benedicto XVI y el Islam
http://news.bbc.co.uk/2/hi/europe/5349808.stm
La denuncia de David Warren sobre el papel de la prensa:
http://www.davidwarrenonline.com
La cobertura que dio Ian Fisher en el New York Times:
http://www.nytimes.com/2006/09/13/world/europe/13pope.html
Quizá si la BBC y otros medios se lo hubiesen pensado mejor y hubiesen titulado
de otra forma no habría crisis.
El Papa leyó su conferencia académica en Ratisbona el martes 12 de septiembre,
ante un público de intelectuales alemanes. El miércoles 13, la prensa escrita
no le dedicó apenas tiempo ni espacio; los periodistas generalistas lo veían
como un tema aburrido, oscuro y académico, sobre la relación entre la creencia
religiosa y el mundo secular.
Tampoco la prensa católica le dio mucha importancia: "el Papa pasa una tarde
tranquila en casa con su hermano", decía el Catholic World Report.
Efectivamente,
el anciano hermano del Papa vive en Ratisbona y fue un encuentro hogareño.
Todo tranquilo.
La BBC empezó el alboroto mundial
El jueves 14, la cadena BBC de repente empieza a difundir un informe en árabe,
turco, parsi (la lengua persa de Irán), urdu (hablado en Pakistán) y malayo,
con el título: "El discurso del Papa excita la ira musulmana". Explica que
en Cachemira (región india con gran presencia musulmana, altamente explosiva
y motivo de conflicto con Pakistán) la policía ha secuestrado ejemplares
de diarios que cubrían la conferencia del Papa para "prevenir la tensión".
La nota de la BBC no incluía, sin embargo, ninguna cita de la policía india
de Cachemira.
La BBC hablaba de la ira el día 14. Y fue a partir de su noticia que entidades
importantes se dieron cuenta del discurso. La primera y principal, el parlamento
de Pakistán, con una declaración masiva condenando el discurso del Papa.
¿Cuántos parlamentarios pakistaníes habían leído el discurso papal?
Probablemente
muy pocos; sólo contaban con la nota de la BBC y poco más.
Por la tarde de ese día 14 la BBC difunde la condena del Parlamento paquistaní:
"La ira musulmana crece por el discurso del Papa", se titula su noticia.
Y toman declaraciones de un grupo islámico bastante radical, como son los
Hermanos Musulmanes, declarando "las afirmaciones del Papa provocaron la
furia de todo el mundo islámico".
Ese día el diario británico THE GUARDIAN (que tiene una alianza con El País),
siguiendo la estela de la BBC titula en Internet: "La furia musulmana crece
sobre el discurso del Papa". A partir de ese momento Internet empieza a hervir
de comentarios que llegan del mundo islámico.
El papel del NEW YORK TIMES
El día 13, cuando el New Yorl Times publica su crónica de la conferencia
del día anterior, se centraba en la crítica del Papa al secularismo, no en
el Islam. "El Papa asalta al secularismo, con una nota sobre la yihad". No
pedía que el Papa se disculpase ante el Islam, como haría después. Para el
día 16 ya estaba pidiendo desde su editorial que el Papa presentase disculpas.
El bulo de que Benedicto XVI es poco amigo del diálogo con los musulmanes
lo difundió por todo el mundo el corresponsal de religión de la BBC, Rahul
Tandon, al dejar caer el viernes 15 que el antiguo cardenal Ratzinger "parecía
estar incómodo con los intentos de Juan Pablo II de mejorar el diálogo con
el mundo islámico". Esta idea es la que aparece estos días en una caricatura
de Al-Yazira: una repetición del corresponsal de la BBC.
El columnista David Warren, escribiendo para el diario canadiense OTTAWA
CITIZEN, señala la responsabilidad del corresponsal de BBC, empeñado en buscar
signos del "conservadurismo teológico" de Ratzinger. La BBC, THE GUARDIAN
y el NY TIMES son medios muy hostiles a la Iglesia que llevan tiempo insistiendo
en recordar que Benedicto XVI era a quien ellos llamaban "el Rottwailer"
y "el PanzerKardinal".
Otro tipo de cobertura y tratamiento discreto habría impedido el alboroto,
pero quizá los medios buscaban una polémica, una pelea entre dos religiones,
en vez de un debate académico sobre la relación entre fe y razón, que es
lo que se trató en Ratisbona.
El comentario de Rahul Tandon en la BBC: Benedicto XVI y el Islam
http://news.bbc.co.uk/2/hi/europe/5349808.stm
La denuncia de David Warren sobre el papel de la prensa:
http://www.davidwarrenonline.com
La cobertura que dio Ian Fisher en el New York Times:
http://www.nytimes.com/2006/09/13/world/europe/13pope.html
lunes, septiembre 18, 2006
El nuevo Obispo de Palencia: Monseñor José Ignacio Munilla
sábado, septiembre 16, 2006
El juego de la vida
EL JUEGO DE LA VIDA
Imagina a la vida como un juego en el cual tú te encuentras haciendo malabarismos con 5 pelotas en el aire...las nombras: trabajo, familia, salud, amigos y espíritu... y las mantienes todas en el aire.
Tú entiendes que la pelota del trabajo es de goma y que si la dejas caer, volverá a ti...
Pero las otras 4 pelotas (familia, salud, amigos y espíritu) son de cristal; si dejas caer alguna de ellas, ésta será irremediablemente marcada, maltratada, cuarteada, dañada, o hasta rota y jamás volverá a ser lo mismo.
Debes entender esto y lograr equilibrar tu vida. ¿Cómo? No te menosprecies comparándote con otros. Todos somos diferentes y cada uno tiene algo especial. No traces tus metas y objetivos basado en lo que resulta importante para las demás personas, sólo tu sabes qué es lo mejor para ti.
No des por olvidadas las cosas que se encuentran cerca de tu corazón, aférrate a ellas como a la vida, porque sin ellas... la vida carece de significado. No dejes que tu vida se resbale de los dedos viviendo en el pasado o para el futuro. Vive tu vida un día a la vez... vivirás todos los días de tu vida. No te des por vencido cuando aún tengas algo que dar, nada se da por terminado... hasta el momento en que dejas de intentarlo.
Que no te dé miedo admitir que eres menos perfecto, pues ésta es la frágil línea que nos mantiene unidos a los demás. No tengas miedo de enfrentar los riesgos..., es tomando estas oportunidades que aprendemos a ser valientes. La manera más rápida de recibir amor es darlo; la manera más rápida de perderlo es apretarlo a nosotros demasiado; y la mejor manera de mantenerlo... es darle alas. No pases por la vida tan rápido que no solamente olvides de dónde vienes, sino también... adónde vas.
Nunca olvides que la necesidad emocional más grande de una persona es... sentirse apreciado. No tengas miedo de aprender. El conocimiento es liviano, es un tesoro que siempre cargarás fácilmente. No uses el tiempo ni las palabras sin cuidado, ninguna de las dos es remediable. La vida no es una carrera, es una jornada para saborear cada paso del camino.
Ayer es historia, mañana es un misterio y hoy es un regalo; es por eso que lo llamamos ¡PRESENTE!
martes, septiembre 12, 2006
viernes, septiembre 08, 2006
Educar para la ciudadanía
Está en:
OEI - Programas - Educación en Valores - Sala de lectura
Educación y Ciudadanía Activa
Miquel Martínez
Universitat de Barcelona (1)
Educar para la ciudadanía supone apostar por un modelo pedagógico, no solamente escolar, en el cual se procura que la persona construya su modelo de vida feliz y al mismo tiempo contribuya a la construcción de un modo de vida en comunidad justo y democrático. Esta doble dimensión individual y relacional, particular y comunitaria, debe conjugarse en el mismo tiempo y espacio si lo que pretendemos es construir ciudadanía y sobre todo si ésta se pretende en sociedades plurales y diversas.
No todos los modelos de vida feliz son compatibles con los modelos de vida justos y democráticos en comunidad. La segunda mitad del siglo XX, caracterizada por la lucha y la profundización de los derechos humanos debe ser completada, no substituida pero sí completada, en el siglo que iniciamos por la lucha y la profundización en los deberes que como seres humanos hemos de asumir en nuestra convivencia diaria y con una perspectiva de futuro.
Las transformaciones sociales y tecnológicas, los movimientos migratorios y el carácter interconectado que acompañan el proceso de globalización que estamos viviendo, presentan a las sociedades más desarrolladas y concretamente a los sectores más favorecidos de éstas, retos que no son fáciles de integrar sin más, de forma natural. Los sectores más favorecidos de nuestro mundo y en concreto los que disfrutamos del llamado “primer mundo” debemos priorizar en nuestras políticas educativas acciones orientadas a la formación de una ciudadanía activa que sea capaz de responder ante estos retos en una sociedad de la diferencia y no de la desigualdad. Esto exige formar no sólo ciudadanos que defiendan y luchen por los derechos de primera y segunda generación, sino que también reconozcan la diferencia como factor de progreso y estén dispuestos a luchar para que éstos no induzcan desigualdades e injusticias incluso a costa del ejercicio de determinados niveles de disfrute de los derechos de primera y segunda generación por parte de ellos.
Este modelo de ciudadanía activa no se improvisa. Es un modelo que requiere acciones pedagógicas orientadas a la persona en su globalidad, a la inteligencia, a la razón, al sentimiento y a la voluntad.
Estas acciones pedagógicas deben contribuir al hecho de que en nuestro proceso de construcción personal, que no es solamente individual sino que se da en la interacción con los otros, aprendamos a apreciar valores, denunciar su falta y configurar nuestra matriz personal de valores. Esta tarea pedagógica consiste en primer lugar en crear condiciones que fomenten la sensibilidad moral en aquellos que aprenden, a fin de constatar y vivir los conflictos morales de nuestro entorno tanto físico como mediático. En segundo lugar, y a partir de la vivencia y análisis de experiencias que como agente, paciente u observador pueden generar en nosotros los conflictos morales en nuestro contexto, la acción pedagógica ha de permitir superar el nivel subjetivo de los sentimientos y mediante el diálogo construir de forma compartida principios morales con pretensión de universalidad. En tercer lugar, ha de propiciar condiciones que ayuden a reconocer las diferencias, los valores, las tradiciones y la cultura en general de cada comunidad, y al mismo tiempo que favorezcan la construcción de consensos en torno a los principios básicos mínimos de una ética civil o ciudadanía activa, fundamento de la convivencia en sociedades plurales. Estos principios básicos se refieren a la justicia y son identificados por Rawls como la igualdad de libertades y de oportunidades y la distribución equitativa de los bienes primarios.
Pero estas condiciones no se consiguen a través de declaraciones verbales, sistemas de enseñanza basados casi exclusivamente en la actividad del profesor o disposiciones legales que regulen los currículums de los diferentes países. Es necesario considerar que si educar en valores es crear condiciones para conseguir todo lo que hemos dicho hasta ahora, la función reguladora y de modelaje que ejerce el profesorado es clave. La formación de una ciudadanía activa precisa un profesorado beligerante en la defensa de principios como los apuntados y respetuoso con las distintas creencias de cada uno, formas de entender el mundo y formas de construirnos como personas, que respetando los principios de justicia enunciados conforman los diferentes modelos de vida buena de cada uno de nosotros.
Condiciones para una educación en valores y para la ciudadanía
Para ello, nos atrevemos a proponer tres criterios que tendrían que guiar la acción pedagógica del profesorado. Estos criterios deberían estar orientados a cultivar tres condiciones. La primera, el cultivo de la autonomía de la persona, el respeto a sus formas de ser y pensar y el trabajo pedagógico sobre todo aquello que haga posible que la persona esté en condiciones de defenderse de la presión colectiva y le ayude a pronunciarse de manera singular.
La segunda es que la persona entienda que ante las diferencias y los conflictos, la única forma legítima de abordarlos es a través del diálogo; y por tanto que esté entrenada a poder hablar de todo aquello con lo que no está de acuerdo con el otro. No estamos afirmando que a través del diálogo las personas seamos capaces siempre de resolver los conflictos, porque el diálogo no siempre resuelve los conflictos. Es más, hay conflictos en la vida que probablemente no precisan ser resueltos. La vida es también conflicto. Lo que el diálogo sí permite es abordar los conflictos de una forma diferente de cuando uno no los aborda desde el diálogo. Porque el valor del diálogo no se agota en el logro de consenso. El diálogo es una manera de avanzar incluso en el desacuerdo, una forma de respetarse a pesar de que no se esté de acuerdo. La búsqueda del consenso por principio es discutible. Puede llevar incluso a formas de pensamiento único que generalmente no contribuyen a profundizar en la convivencia en sociedades plurales. El diálogo debe contribuir a que las personas cuando no coinciden, cuando sobre un tema no hay un acuerdo, puedan avanzar en este desacuerdo, hablen como si fuese posible ponerse de acuerdo, a pesar de que no logren alcanzarlo. El valor del diálogo descansa sobre todo en el de las actitudes con las que avanzamos cuando la diferencia o el conflicto existe.
Y la tercera condición importante que deberíamos entre todos favorecer, es educar y promover situaciones en que podamos aprender a ser respetuosos y tolerantes de manera activa. Sabemos que la palabra tolerancia, generalmente, significa soportar al otro. No nos estamos refiriendo a la tolerancia en este sentido, sino en el sentido activo, en el sentido que hace posible reconocer al otro con igualdad de condiciones que nosotros, con la misma dignidad, y con la misma capacidad de tener la razón y la verdad que nosotros creemos que tenemos. Esta tolerancia, respeto y conocimiento del otro es difícil de practicar si no hay también un proceso de entrenamiento en la aceptación de pequeñas contrariedades. No podremos llegar a ser una sociedad solidaria si no nos educamos también en la contrariedad. La aceptación de las limitaciones, las nuestras, y las que nos impone el hecho de convivir en una sociedad plural no se improvisa en situaciones complejas, ni es practicada espontáneamente por los sectores más favorecidos. Nuestras propuestas pedagógicas en torno a la no exclusión y en contra de la discriminación y de la marginación deben incidir sobre los que puedan quedar excluidos pero sobre todo deben incidir sobre los que puedan ejercer la exclusión.
Creemos importante educar para entender que en toda comunidad, pero principalmente en sociedades plurales, el bien común no siempre significa satisfacción de bienes particulares, sino que a menudo el bien común significa renuncia a intereses particulares. Por ello es importante recuperar el valor pedagógico del esfuerzo. Este es un valor fundamental en una sociedad como la nuestra. No nos estamos refiriendo al esfuerzo como sinónimo de disciplina. Nos estamos refiriendo a que realmente la persona sea capaz de ejercer un cierto autocontrol sobre sí misma, que sea capaz de no consumir a pesar de que la presión colectiva sea ésta; que sea capaz de no hacer siempre aquello que es más probable –es esto lo que quiere decir autocontrolarse-, a pesar de que el ambiente acompañe a hacerlo. Es esta ciudadanía crítica, singular pero también orientada al bien común la que entendemos como ciudadanía activa y por la que apostamos.
Entendemos que sólo así será posible construir una sociedad diversa y plural en la que hemos de aprender a ser y convivir de forma pluralista, justa y democrática.
Por ello precisamos un modelo pedagógico que no se limite a incidir sobre las acciones educativas en sentido estricto, sino que también afecte a los medios de educación no formal, informal y de conformación social y cultural de carácter mediático, familiar y comunitario. Y precisamos que este modelo sea guiado por una nueva forma de entender la responsabilidad, un énfasis mayor en el papel regulador y guía de la dignidad humana como valor y una mayor preocupación por orientar nuestras acciones no tanto en función de intereses particulares por legítimos que sean, sino en función de bienes colectivos que constituyan el bien común.
Algunas pautas para la acción pedagógica:
Formularemos a continuación y a modo de síntesis, algunas orientaciones para su integración en proyectos educativos que pretendan la profundización en los derechos humanos y el aprendizaje de los deberes que han de hacer posible una ciudadanía activa.
1. Es necesario promover situaciones que faciliten la autocrítica de la propia cultura, el aprendizaje de otras culturas destacando lo que en ellas se estime más valioso y el aprendizaje de habilidades dialógicas y de actitudes que favorezcan la búsqueda de consensos, o el reconocimiento compartido de la ausencia de éstos.
2. Conviene fomentar aprendizajes no sólo a través de reforzadores positivos sino también a través de la superación personal y la renuncia a intereses particulares cuando se opongan u obstaculicen el logro de intereses colectivos y bienes comunes. De igual forma conviene desarrollar actitudes que favorezcan la austeridad en el consumo de bienes y recursos. Sólo evitando que éstos no se malgasten seremos capaces de alcanzar una distribución equitativa de los mismos.
3. Es necesario facilitar la implicación en proyectos colectivos que supongan la mejora de las condiciones socioeconómicas y políticas que hacen o no posible el disfrute de los derechos humanos. La participación en programas que estudien y reflexionen sobre el cumplimiento o no de los derechos humanos en contextos próximos físicamente o lejanos pero habituales en nuestros contextos informativos debe incorporarse en nuestras propuestas pedagógicas.
4. En los proyectos educativos sobre los derechos humanos conviene insistir en que el ejercicio de éstos supone la aceptación de unos deberes y que sólo practicando éstos últimos seremos capaces de progresar en los niveles de justicia, equidad y solidaridad que han de hacer posible una vida digna para cada una de las personas que convivimos en este mundo y el reconocimiento de nuestras identidades no sólo individuales sino también grupales y culturales.
5. En el desarrollo de programas de educación en valores y de desarrollo moral conviene integrar acciones pedagógicas sobre los sentimientos morales diferenciando en las relaciones interpersonales aquellas actitudes relativas a nuestro comportamiento como agentes activos, pasivos o meramente observadores.
6. Proponemos recuperar el valor pedagógico del esfuerzo como medio pedagógico y no como fin, de forma que estemos mejor entrenados en el logro de los aprendizajes antes enunciados y seamos capaces de aceptar a lo largo de nuestras vidas aquellas contrariedades que sin duda surgirán al intentar hacer compatible el disfrute de nuestros derechos particulares con el de los demás, y el ejercicio de nuestra libertad con las limitaciones que tanto a nivel personal como colectivo supone la vida humana en colectividad y en situaciones de convivencialidad intercultural.
Referencias bibliográficas
CORTINA, A. (1997). Ciudadanos del mundo. Hacia una teoría de la ciudadanía. Madrid: Alianza Editorial.
HOYOS VÁSQUEZ, G. (1995). Teoría comunicativa y educación para la democracia, en Revista Iberoamericana, núm. 7, pp. 65-92.
JONAS, H. (1995). El principio de responsabilidad. Ensayo de una ética para la civilización tecnológica. Madrid, Herder.
MARTINEZ, M. y NOGUERA, E. (1999). La declaración universal de los derechos humanos. Compromisos y deberes, en Revista Española de Pedagogía, año LVI, núm. 211, septiembre-diciembre, pp. 483-510.
MARTINEZ, M. (2001) (3ªed.). El contrato moral del profesorado. Condiciones para una nueva escuela. Bilbao, Desclée de Brouwer.
RAWLS, J. (1993). Liberalismo político. Barcelona, Crítica, 1996.
TAYLOR, C. (1991). La ética de la autenticidad. Barcelona, Paidós, 1994.
THIEBAUT, C. (1992). Los límites de la comunidad: las críticas comunitaristas y neoaristotélicas al programa moderno. Madrid, Centro de Estudios Constitucionales.
Notas
(1) Catedrático de Teoría de la Educación en la Facultad de Pedagogía y miembro del Grup de Recerca en Educació i Valors i Desenvolupament Moral (GREM) de la Universitat de Barcelona en España. Desde 1993 colabora en el Programa “Educación y Valores” de la OEI. Autor de diferentes publicaciones, entre otras, El contrato moral del profesorado. Bilbao: Desclée de Brouwer, 2001 (3ª edición). Dirección electrónica: miquel@d5.ub.es.
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jueves, septiembre 07, 2006
"Por qué Hollywood promueve la causa "gay"
Una estrategia planeada desde fuera de los medios audiovisuales
Por qué Hollywood promueve la causa "gay"
Firmante: Michael Medved
21-04-1999
056/99
Es fácil notar que en los medios de comunicación, en especial la televisión y el cine, últimamente abundan los personajes y argumentos homosexuales. No es necesario suponer una especie de conspiración. Simplemente, el movimiento gay está librando enérgicamente una batalla de opinión pública. El crítico de cine y televisión Michael Medved explica cómo es la estrategia gay.
Quisiera abordar tres cuestiones fundamentales con respecto a los medios de comunicación, en especial el cine y la televisión, y su modo de tratar el tema de los homosexuales y la homosexualidad.
La primera cuestión es si los mensajes negativos contra la familia que muchos observadores detectan en los medios se deben sobre todo o en gran medida a la desproporcionada presencia de homosexuales en puestos de influencia en los mismos medios.
Tras la publicación de recientes biografías, resulta bastante claro que el gran actor, cómico y cantante Danny Kaye era bisexual. Tuvo diversas relaciones y murió de SIDA, enfermedad que contrajo, al parecer, a causa de una transfusión sanguínea. El hecho de que Danny Kaye fuese bisexual no constituye para mí, de ninguna manera, un motivo para privar a mis hijos de que disfruten con sus estupendas películas. Lo mismo ocurre en el caso de Howard Ashman, que también murió de SIDA y que era un homosexual declarado: fue uno de los creadores más destacados de La Bella y la Bestia (Beauty and the Beast), en mi opinión una de las mejores películas infantiles de los últimos tiempos.
Sería injusto, impropio y engañoso culpar a los gays de las películas repugnantes que produce Hollywood. Los que las hacen son, en su gran mayoría, heterosexuales acérrimos.
Presión más que presencia
El problema en Hollywood no es la presencia gay, sino la presión gay. Y esa presión es ejercida, en buena medida, por gente ajena a la industria cinematográfica.
Yo mismo experimenté esa presión social en abril de 1992, cuando me tocó cubrir la entrega de los Oscars. Era el año de mayor saturación del omnipresente lazo rojo del SIDA, que todo el mundo estaba obligado a llevar.
Un productor me puso el lazo del SIDA en la solapa. Le dije: "No voy a llevar el lazo del SIDA". Él contestó: "¿Es que eres un intolerante que odias a los gays y quieres que se mueran todos?". Le repliqué: "De ninguna manera. Sin embargo, recientemente mi abuela ha fallecido de alzheimer, y tengo muy presente que las víctimas del alzheimer son muchas más. Si existiese un lazo del alzheimer, yo lo llevaría; pero me opongo a que me obliguen a llevar este".
Después, fue una satisfacción para mí ver que hubo otra persona, Clint Eastwood, que esa noche subió al estrado sin el lazo del SIDA. De todos modos, al final tuve que oír la histérica reprimenda de "Usted no volverá a trabajar en esta ciudad". Y ese fue, de hecho, el último año que cubrí la entrega de los Oscars en directo; pero, pese a las amenazas e imprecaciones, aparecí ante las cámaras sin llevar el lazo del SIDA.
Aquella misma noche, mientras llegaban los invitados a la ceremonia, a las puertas se manifestaba un grupo muy numeroso de indignados gays. Uno de los blancos de su protesta era Jonathan Demme, que ganó la estatuilla al mejor director por El silencio de los corderos (The Silence of the Lambs). Portaban pancartas y coreaban lemas contra Demme por su falta de sensibilidad y su odio hacia los gays. La consecuencia de esa repulsa fue una película llamada Philadelphia. Este film sirvió para congraciar por completo a Jonathan Demme con la comunidad gay.
Ahora bien, ¿por qué hizo esa película? ¿Creyó acaso que la comunidad gay del país, verdaderamente minúscula, podía acabar con su carrera? No: acababa de ganar un Oscar. Pero se convenció de que tenía que ofrecer un sincero gesto de arrepentimiento, una sincera demostración de que no era un intolerante. Por eso hizo Philadelphia. Todo esa compleja combinación de expectativas, críticas y manifestaciones provocó que un cineasta heterosexual hiciera Philadelphia, e hizo que unos productores heterosexuales se avinieran a promover algunas de las demandas y objetivos fundamentales del programa gay. No fue por la orientación sexual, sino por la presión social.
No es por motivos comerciales
Esto nos lleva a la segunda cuestión que quiero examinar. ¿Se puede explicar la actual plétora de mensajes gays en los medios como una simple respuesta a la demanda del mercado? Una buena manera de comenzar la reflexión es considerar el caso de Philadelphia, pues, para muchos, se trataba de un proyecto muy difícil de vender, pero resultó ser un notable éxito de taquilla. Creo que, en parte, el éxito se debió a que muchos americanos pensaron que ir a ver Philadelphia era algo así como una buena acción. Como si yendo a ver la película y pagando la entrada, uno estuviera haciendo algo para afrontar la crisis del SIDA, que todos consideramos como un lamentable y doloroso problema de Estados Unidos.
Pero Philadelphia no es la única película reciente de tema gay que ha obtenido gran éxito de taquilla. Al menos, el éxito de Philadelphia se puede explicar porque es un film bastante bueno. Sin embargo, hay una película totalmente penosa titulada A Wong Foo, ¡gracias por todo!, Julie Newmar (To Wong Foo, Thanks for Everything, Julie Newmar), que es de verdad una de las peores películas que he visto en los últimos años, y he visto muchas. Para mayor sorpresa, el film titulado Una jaula de grillos (The Birdcage), protagonizado por Robin Williams y basado en el viejo musical francés La cage aux folles, llegó a convertirse en un gran éxito de taquilla.
Así que la gente de Hollywood podría alegar: "Un momento; lo que estamos haciendo no es de ningún modo plegarnos a un determinado grupo o a unos intereses concretos. Simplemente es una respuesta inteligente a lo que pide el mercado. Existe un público para este material, de modo que lo producimos: ¿no es así?".
No, no es así. Porque las películas que he citado son excepciones bastante raras entre las producciones de tema gay. La mayor parte de ellas reciben un contundente rechazo por parte del público, que parece no tener el menor interés por tales películas.
Fracasos de taquilla
Las películas que he mencionado pueden abonar la tesis de que "lo gay es rentable". Pero están otras como ¡Con plumas y a lo loco! (Love, Valor, Compassion), que trata de ocho gays que un verano pasan juntos tres fines de semana en un bosque, junto a un lago. Comparan sus dolencias y, sobre todo, hablan en tono mordaz pero bastante deprimente de sus problemas y dificultades, y de su medicación contra el SIDA.
Cuando se estrenó la película, obtuvo magníficas críticas en toda la prensa, excepto en el New York Post, donde la reseñé yo. Me pareció realmente aburrida, pretenciosa y casi insoportable. Es la adaptación de una obra de teatro galardonada con el premio Tony. En cualquier caso: la película se estrenó y hubo poco menos que obligar a la gente para que fuera a verla. No tuvo apenas ingresos de taquilla.
Lo mismo se puede decir de Priest, película sobre un sacerdote católico británico, derechista, que lleva una doble vida. Los viernes por la noche se viste de cuero negro y va a bares gays y alterna con jovencitos, lo que da pie a escenas de sexo muy explícitas. La película se estrenó con mucho bombo, porque es profundamente anticatólica: no sólo por mostrar a un sacerdote gay, sino también por el modo de presentar la Iglesia y sus enseñanzas, en general. Pude hablar con propietarios de cines, que tenían que exhibir la película porque así lo exigían sus contratos con la distribuidora, y puedo asegurar que en varios lugares del país hubo sesiones sin otro espectador que el proyeccionista, y eso porque él estaba contratado, y tenía que pasar la película aunque no hubiese un alma en la sala. Ese film no fue un gran éxito de taquilla.
Quien diga que tales producciones responden a la realidad social o a un fenómeno de taquilla, simplemente no se entera. Porque, francamente, si uno quiere ante todo ganar dinero, hay maneras mejores que tratar temas gays. Para los anunciantes, es un asunto delicado. La serie Ellen, en que la protagonista revela que es homosexual, perdió cientos de miles de dólares en publicidad de la Chrysler, J.C. Penney, Wrigley y de otras empresas patrocinadoras, que prefirieron no mezclarse con el programa. La propia cadena emisora [ABC] reconoció que con Thirty-something (tal vez recuerden que tenía una breve escena de cama con dos gays) había perdido más de un millón de dólares en publicidad sólo en esa noche. Sería muy equivocado decir que la abundancia de personajes y temas gays en los medios norteamericanos responde a la demanda del público.
Insensibilizar al público
Llegamos así a la última pregunta. Si no se debe a la orientación homosexual de la gente de Hollywood, ni al simple deseo de ganar dinero, ¿por qué este repentino y tremendo auge de temas y personajes gays, casi siempre, por cierto, presentados de modo muy positivo? ¿Existen, de hecho, algunos mensajes y valores sistemáticamente transmitidos por los medios de comunicación en este país, y que están influyendo en el público en general?
A propósito de esto, me parece muy significativo un artículo que apareció en una revista gay llamada Christopher Street en diciembre de 1984. Refleja con gran exactitud lo que ha ocurrido en los medios norteamericanos. El artículo se titula "Waging Peace: A Gay Battle Plan to Persuade Straight America". Los autores son dos dirigentes del movimiento gay, Marshall K. Kirk y Erastes Pill.
En una parte del artículo, los autores dan seis principios para persuadir a los heterosexuales. Podemos reducirlos a tres objetivos básicos. Primero, insensibilizar y normalizar. Segundo, insistir en que los gays son víctimas. Y tercero, satanizar a los defensores de la familia. He aquí, en concreto, lo que proponen:
«Creemos que lo primero es insensibilizar al público con respecto a los gays y sus derechos. Insensibilizar al público es ayudarle a ver la homosexualidad con indiferencia, y no ya con apasionamiento. Casi cualquier comportamiento empieza a parecer normal si se satura al público. El modo de entumecer la sensibilidad espontánea hacia la homosexualidad es que haya mucha gente que hable mucho sobre el tema en términos neutrales o favorables. Que se hable del tema continuamente da la impresión de que la opinión pública, al menos, está dividida, y de que un sector considerable admite o aun practica la homosexualidad. Incluso los enconados debates entre detractores y defensores sirven para insensibilizar, siempre que salgan a la palestra gays "respetables" que hablen a favor. Lo principal es hablar de lo gay hasta que el tema llegue a resultar tremendamente aburrido».
Presentar a los "gays" como víctimas
Respecto a este primer punto, yo diría: "misión cumplida". La premonición y exactitud de esta descripción del programa gay es absolutamente extraordinaria. Los autores prosiguen:
«Dónde hablamos tiene su importancia. Los medios audiovisuales, el cine y la televisión, son claramente los más poderosos creadores de imagen en la civilización occidental. El hogar medio norteamericano consume siete horas diarias de televisión. Esto abre un portillo en el mundo privado de los heterosexuales, por el que se puede introducir un caballo de Troya. En lo que toca a quitar sensibilidad, el medio es el mensaje de la normalidad. Hasta ahora, el Hollywood gay ha resultado ser nuestra mejor arma secreta en la batalla por insensibilizar a la mayoría. Poco a poco, en los diez últimos años, se han ido introduciendo personajes y temas gays en los programas de televisión y en las películas. Ha sido, en conjunto, un proceso alentador».
Recordemos que esto se escribió en 1984. A continuación, los autores hablan sobre sus oponentes:
«Podemos minar la autoridad moral de las Iglesias homófobas presentándolas como retrógadas y anticuadas, desfasadas con los tiempos y los últimos descubrimientos de la psicología. Frente al enorme empuje de la religión institucional, hay que oponer el poder de atracción, aun mayor, de la ciencia y la opinión pública. Semejante no-santa alianza ha demostrado ser una buena arma contra las Iglesias en temas como el divorcio o el aborto. Si se habla abiertamente y en dosis suficientes de la prevalencia y respetabilidad de la homosexualidad, esa alianza puede volver a funcionar».
Después, los autores nos llevan al segundo punto:
«Hay que presentar a los gays como víctimas y no como revolucionarios agresivos. En toda campaña para ganarse al público, los gays deben aparecer como víctimas necesitadas de amparo, para que los heterosexuales se sientan espontáneamente inclinados a adoptar el papel de protectores. Si, por el contrario, se presenta a los gays como un grupo fuerte y orgulloso que promueve un estilo de vida rígidamente inconformista y desviado, entonces será más fácil que sean vistos como una amenaza pública, a la que estaría justificado resistir y reprimir. Por eso debemos vencer la tentación de hacer alarde público de nuestro "orgullo gay" cuando esto entre en conflicto con la imagen del gay como víctima».
Satanizar al oponente
Entonces los autores abordan el último punto. Han hablado de entumecer la sensibilidad y de normalizar; luego, de presentar a los gays como víctimas; finalmente, hablan de cómo satanizar a sus oponentes.
«En una fase posterior de la campaña por los derechos de los gays, habrá que arremeter contra los que todavía se opongan. Hablando claro: hay que vilipendiarlos. Aquí nuestro objetivo es doble. Primero, hemos de procurar cambiar su arrogancia en sentimiento de vergüenza y de culpa por ser homófobos. Segundo, hay que mostrar al público imágenes de homófobos acérrimos que tengan otros rasgos y creencias desagradables para el americano medio. Entre tales imágenes podrían estar: el Klu Klux Klan pidiendo que se queme vivos a los gays o se los castre; pastores fanáticos del sur que babean de odio histérico hasta el punto de que parezcan cómicos y trastornados; punkies, matones y criminales que hablen en tono amenazador y descarado de los "maricas" que han matado o les gustaría matar; un recorrido por los campos nazis donde se torturaba y gaseaba a homosexuales».
Yo diría que los efectos han sido devastadores. Al ver el plan de batalla tan brillantemente trazado en este artículo, ¿quién pondría en duda que parte del problema, en esta que algunos han llamado guerra cultural, consiste en que un bando está preparado, organizado y firmemente decidido, mientras que el otro bando no está más que empezando a despabilarse poco a poco?
Afavor de la familia
¿Qué hemos de hacer? Hemos de responder con el mismo esfuerzo coordinado y deliberada que han empleado los radicales del movimiento gay. Ellos han insistido en insensibilizar y normalizar, en presentar a los gays como víctimas y en satanizar a los oponentes. Lo que debemos hacer es renormalizar la vida familiar. La lección más importante -de una importancia crucial- es que no llegaremos a ninguna parte si este conflicto se plantea entre defensores de la homosexualidad y contrarios a la homosexualidad. Porque, en ese caso, resulta muy difícil convencer de que no somos simplemente gente hostil, intolerante y antipática.
Nosotros no debemos definirnos como anti-gays; debemos definirnos como pro-matrimonio, y esta es una diferencia esencial. Porque yo soy una de esas personas que creen que la homosexualidad es una amenaza contra la familia, contra el matrimonio y contra nuestro concepto de la eminente santidad de la unión monógama, perpetua y sagrada entre un hombre y una mujer. Este es un criterio primordial que hemos de sostener.
Pero seamos claros: la mayor amenaza contra la familia no viene de la comunidad gay. Viene de la infidelidad, del divorcio, de todas las tentaciones que temen y padecen los heterosexuales en una cultura hedonista. Nuestra respuesta no debería ir específicamente dirigida a los homosexuales o a las cuestiones homosexuales, sino a la necesidad de dignificar, santificar y defender la familia y la institución del matrimonio.
En el segundo aspecto, el de la victimización, tenemos que mostrar cómo se victimiza a la familia. Tenemos que hacer ver cómo se ataca a los padres que intentan defender la inocencia de sus hijos: no sólo en los medios de comunicación, sino también en los colegios, por parte de un Estado cada vez más hostil, y por grupos que promueven todo tipo de libertad de expresión, excepto la de afirmar que el matrimonio heterosexual y monógamo es, sin comparación, algo valioso e importante, por lo que merece la pena luchar.
Destacar lo positivo
La tercera parte de la estrategia gay, la de satanizar, es la única que no debemos adoptar. No necesitamos satanizar a nadie. Nuestra táctica no debe basarse en la satanización, sino en el amor y la compasión, y ha de destacar lo positivo, en vez de arremeter contra lo negativo de aquellos con quienes estamos en desacuerdo o caricaturizarlos grotescamente. Es una tentación que especialmente las personas de conciencia y de fe deben rechazar de plano.
¿Podemos ganar en esta controversia? Podemos; más aún: debemos. Por el bien de nuestra fe, por el bien de nuestras familias y por el bien de nuestra civilización. Y, sobre todo, por nuestros hijos y nietos, y por su futuro.
Michael Medved, estadounidense, judío, es crítico de cine y televisión, autor del libro Hollywood versus America (ver servicio 167/92) y, junto con su esposa, Diane, del más reciente Saving Childhood (HarperCollins, Nueva York, 1998). Este artículo es una versión adaptada de su intervención en el simposio "Homosexuality and American Public Life", organizado por el American Public Philosophy Institute en 1997.
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